Voz que Clama

La predicción de la destrucción del templo narrada en los sinópticos es una prueba de la infalibilidad profética de Cristo (Mt. 24:2, Mr. 13:2, Lc. 21:6).

Según los Evangelios sinópticos, nadie conoce la hora del segundo advenimiento de Cristo, excepto el Padre celestial (Mt. 24:36, 50; 25:13; Mr. 13:32; Lc. 12:46).

Dios estableció diferentes dispensaciones a lo largo de la historia para desarrollar sus planes.

El amor fraternal es una ordenanza bien tipificada en la Escritura (v.g., Rom 12:10, 1 Tes. 4:9, 1
Jn. 4:21).

Derivado de la aceptación de un Ser omnipotente, el temor es un sentimiento reverencial que el devoto experimenta delante de la majestuosa presencia de Dios (cf. Ecl. 8:12-13, Dn. 6:26).

Vocablo que Reina-Valera traduce del griego enkrátia (ἐγκράτεια).

El bautismo cristiano tiene diversos antecedentes bíblicos e importantes precursores en su proceso histórico.

El significado primario de la palabra «conversión» es volverse o retornar a Dios.

La firmeza es la encargada de atemperar ciertas pasiones que juegan un papel negativo en la construcción de una voluntad inquebrantable e inamovible.

El arrepentimiento, en estricto sentido etimológico, implica una conversión total de la vida pasada, una vuelta a la ley y un cambio de vida.

El aoristo epistóthis (ἐπιστώθης), «fuiste persuadido, convencido» (2 Ti. 3:14), aparece una sola vez en todo el Nuevo Testamento.

En su momento, Bultmann, el famoso teólogo alemán, dijo que con la frase «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida» (Jn. 14:6), Jesús no se constituía a sí mismo únicamente como el acceso directo a la divinidad y que terminaría su función una vez que el hombre haya alcanzado la meta.

En cierta ocasión, Jesús preguntó a sus discípulos si sabían con qué personaje asociaba la gente al Hijo del hombre.

A simple vista, y como pensaba Lutero, la frase paulina «luego la fe es por el oír» (Rom. 10:17), significa que si las personas no escuchan el mensaje no podrán creer en él.

Término que llega al español a través del latín. En la Vulgata, Jerónimo utilizó praedestino,
que significa: «reservar con antelación».

Tras su estancia en Antioquía (18:22), el tercer viaje de Pablo (Hch. 18:23-21:15) comienza
cuando se dirige a Galacia y Phrygia.

Al final de su tercer viaje (que se abordará en el próximo artículo), Pablo fue advertido por un profeta llamado Agabo de que no subiera a Jerusalén, pues sería encarcelado por los judíos (Hch. 21:10-11).

Durante su primer viaje, Pablo recorrió todo el Mediterráneo; pero en esta segunda excursión
(Hch. 15:36-18:22), visitó los territorios de Grecia, más allá de Asia Menor, con el firme propósito de difundir el evangelio.

El Concilio de Jerusalén se desarrolló en torno a una cuestión doctrinal significativa (Hch. 15:1): ¿es lícito a los gentiles guardar la ley de Moisés y circuncidarse?

El tradicionalmente llamado «primer viaje de Pablo» se trasmite con detalle en Hch. 13 y 14.

Tras asesinar a Santiago, hermano de Juan (cf. Hch. 1:13) —el primero de los doce apóstoles en morir—, y percibir con este acto la aprobación de los judíos anticristianos, es decir, los que rechazaban a Jesús, Herodes Agripa encarceló a Pedro para juzgarlo después de la pascua (Hch. 12:1-4).

Centurión de Cesárea (Hch. 10:1), pío, caritativo y temeroso de Dios.

Después de la muerte de Esteban, consentida por Saulo (Pablo), sobrevino una terrible persecución contra la naciente iglesia de Jerusalén que dispersó a todos sus miembros, salvo los apóstoles (Hch. 8:1).

Uno de los siete diáconos nombrados por los apóstoles (Hch. 6:5) para servir en el ministerio diario, es decir, en la distribución de alimentos y víveres en beneficio de los pobres de la iglesia (Hch. 6:1-2).

Aunque la palabra «diácono» (διάκονος) no se encuentra en Hechos, desde la Antigüedad se adjudicó esa categoría a los siete varones elegidos para administrar las necesidades de la iglesia primitiva.

El episodio de Ananías y Safira causó revuelo en la iglesia primitiva, hasta el punto de que Lucas afirmó: «Y vino un gran temor en toda la iglesia, y en todos los que oyeron estas cosas» (Hch. 5:11).

Esta pregunta ha inquietado en algún momento la mente de cualquier creyente, sobre todo si comulga con una institución religiosa —casi dos mil años después de la existencia terrenal de Jesús— con normas, protocolos y doctrinas bien delineadas.

El derramamiento del espíritu santo el día de pentecostés supuso un punto de inflexión en la historia de la iglesia primitiva.

La psicóloga de la Universidad Estatal de San Diego y autoridad en diferencias intergeneracionales, Jean Twenge, descubrió una sorprendente discontinuidad en los estudiantes nacidos alrededor de 1995, a los que denomina «iGen», es decir, «Generación internet».

En el contexto de las disputas que sufría la iglesia corintia, Pablo afirma que la «palabra de la cruz» es locura o insensatez para los destinados a la perdición, pero poder para los elegidos (1 Cor. 1:18).

El hombre es, como decían los antiguos griegos, un animal social. Compartir y convivir con sus semejantes en inherente a su constitución.

Obediencia significa el acto de prestar oídos a las palabras que contienen la voluntad de una figura para cumplirla (cf. Gn. 22:18).

Los Derechos Humanos suelen definirse como un conjunto de garantías inherentes al hombre no por el hecho de vivir en el seno de una determinada tribu, pueblo o Estado, sino por pertenecer a la especie humana.

Hace unas semanas, en esta misma serie de boletines, se hizo una distinción sumaria entre «género» y «sexo». Grosso modo, se decía que el «género» obedece a factores culturales mientras que el «sexo» a rasgos biológicos.

Por fe se entiende que la Biblia es un producto literario de inspiración divina (2 Ti. 3:16, 2 Pe. 1:21); en consecuencia, para una verdadera compresión del texto el estudiante debe solicitar a Dios (Jer. 33:3), por medio de una plegaria, la conducción del Espíritu Santo.

Evidentemente, la forma de comunicación de un verdadero cristiano no debe ser agresiva, pretenciosa o despectiva, sino asertiva.

¿Son los medios de comunicación perjudiciales para el hijo de Dios? En pleno siglo XXI, sería irrisorio demonizar herramientas tan útiles en ámbitos como el laboral o el académico.

Los hagiógrafos emplean con frecuencia el vocablo jébel (הבל), «vanidad», «vano»,
para referirse, en esencia, a la nada (Sal. 39:5, cf. Is. 41:24).

Actualmente, los términos «sexo» y «género» suelen diferenciarse de forma muy precisa.

En medio de una serie de consejos para la asamblea, el apóstol Pablo exhorta a la iglesia de Corinto a hacer «todo decentemente y con orden» (1 Cor. 14:40). Un precepto que, por supuesto, sigue vigente para la comunidad actual.

Como es bien sabido, el vocablo «iglesia» deriva del griego ekklesia (ἐκκλησία), que básicamente significa: «asamblea».

La expresión «hijo de» señala, desde el ámbito biológico, una relación entre el procreador y el procreado (cf. Gn. 25:19), o incluso, más allá de las barreras temporales, entre un hombre y su ancestro (cf. Mt. 1:1).